jueves, 26 de mayo de 2016

La Puerta de Madera


Era su primer día, y estaba llegando bastante temprano, así que decidió quedarse un ratito en la plaza del frente de la casa donde iba a trabajar como profesor particular de una jovencita ricachona del barrio de Monserrat que, justo ese año, había decidido llevarse siete materias por un mal de amores. Cuando la hora llegó, se acercó al edificio, comenzó a subir los pisos, y se detuvo frente a una puerta de madera de casi el doble de su estatura, con unas fuerzas impensadas golpeó la puerta, ésta era las más fuerte que alguna vez había golpeado. La patrona, una cincuentona de aproximadamente un metro setenta, muy simpática, de inflados rulos dorados, lo recibió con una cálida sonrisa, le preguntó cómo andaba y qué tal le fue en el viaje.Al entrar, quedó atónito, era una casa gigante, muy bien iluminada gracias a unos ventanales que daban hacia el Congreso de la Nación y, por sobre todo, estaba súper limpia. La casa, al estar ubicada en el último piso, poseía una mini-torre de cuatro pisos la cual finalizaba con una hermosa cúpula, la misma patrona fue quien le preguntó si deseaba conocerla, pero él respondió:


-No, gracias, solo deseo comenzar la clase que vine a darle a su hija, sé que son muchos contenidos.

-No te preocupes por eso todavía, la niña recién se levanta de dormir y tiene que asearse, si quieres, puedes subir un rato, ella no tardará, pero eso sí, ten cuidado que los escalones pueden ser resbaladizos. Le respondió la señora de la casa.

Asintió sin dudarlo, y comenzó a subir los peldaños de la escalera caracol que tenía por delante con mucho cuidado, al llegar al primer piso ya estaba maravillado por la vista que una pequeña ventana ofrecía, consumido por el deseo de llegar hasta la cúpula, subió el resto de los escalones a los saltos, estaba por legar al final de las escaleras cuando se resbaló y casi se cae, pero llegó a aferrarse de la barandilla y el descuido no pasó a mayores, terminó de subir la distancia que le faltaba para poder disfrutar de la vista que la cúpula le ofrecería, cuando divisó en lugar de un ventanal, una puerta de madera oscura, del mismo tamaño que la de la entrada de la casa, estaba por golpear cuando ésta se abrió de un tirón y del otro lado apareció la patrona.

La señora lo recibió con la misma sonrisa cálida de la vez anterior, él estaba muy confundido, antes que la patrona cerrara la puerta miró hacia afuera, pero no había tal escalera caracol por la cual había subido, más bien estaban las escaleras del edificio. La señora le hizo las mismas preguntas y antes de responderle notó algo extraño en ella, su sonrisa mostraba unas leves arrugas en sus esquinas, estaba más vieja, como unos diez años más anciana.La patrona le preguntó si querría subir a mirar la cúpula, pero estaba tan perplejo que sólo atinó a negar con la cabeza, aun así la señora lo empujó con su brazo hacia las escaleras y luego de advertirle lo resbaladizas que éstas podrían ser, lo animó a subir. Comenzó a escalar la escalera, con una leve duda en su memoria y al llegar al final, se encontró de nuevo con aquella puerta, estaba por bajar cuando la puerta se abrió sola y apareció la dueña de la casa para darle la bienvenida, volvió a mirar hacia la escalera caracol pero ésta ya no estaba, en su lugar estaban otra vez, las escaleras del edificio, una vez más entró confundido a la casa mientras que la señora le realizaba las mismas preguntas, “cómo estaba y qué tal el viaje”, a pesar de no querer prestarle atención, pudo notar cómo las arrugas de su cálida sonrisa, se asimilaban a las que tenía al costado de sus ojos, era muy fácil de ver que había envejecido otros diez años, ahora debería tener unos setenta años si su intuición no le fallaba.Terminó de hacer sus cuentas cuando comenzó a sentir el brazo de la patrona empujándolo hacia las escaleras, esta vez no dijo que no, apartó el brazo de la señora y comenzó a subir las escaleras a toda prisa, nada más que al llegar a la puertano esperó a que alguien le abriera, sino que él mismo se mandó, y al abrir la puerta se encontró con la misma señora y su cálida sonrisa, mirándolo fijamente a los ojos, cuando ella le estaba por tomar de la mano, él no esperó y se lanzó en una corrida hacia la escalera, trepándola de a cuatro peldañosy a toda prisa. 

Esta vez, al llegar arriba, estaba por abrir la puerta cuando se le ocurrió volver a bajar la escalera caracol, pero cuando se dio la vuelta, se encontraba nuevamente con las escaleras del edificio, aun así decidió bajar por la misma a toda prisa, pero había algo más, las escaleras no terminaban nunca, había bajado casi quince pisos, estaba bastante cansado y el tan sólo hecho de pensar que tenía que volver a subir todos esos pisos lo cansaba más.Pero algo increíble pasó, apenas tuvo que subir un piso para llegar al final de la escalera, osea, al final del edificio, se acercó a la inmensa puerta de madera con mucha lentitud mientras ésta era abierta lentamente por la patrona, quien, esta vez, ya no mostraba sólo su cálida sonrisa,sino que se le notaban muchas más arrugas en el contorno de su boca, tenía las mejillas caídas al igual que las bolsas de sus ojos, además su pelo ya no era dorado y con gran volumen, sino que ahora parecía tenerlo lacio y de color tan blanco como lanieve, claramente estaba viendo a una señora de más de noventa años. Pegó un grito que aturdió a la señora y una vez más comenzó a subir las escaleras desesperado y muy asustado, al llegar al último peldaño se resbaló golpeándose la tibia contra el borde de la escalera, y automáticamente se estremeció sobre el piso para gritar del dolor, sosteniéndose la pierna giró sobre sí varias veces y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.Su dolor no se fue naturalmente, sino que fue olvidado y ocupado por el hecho de que la gigantesca puerta de madera, a pesar de su llanto y el golpe, seguía cerrada. “¿La patrona no habrá escuchado mis gritos de dolor?”, se preguntaba. Se paró rápidamente y apoyó todo el peso de su cuerpo en la pierna que no le dolía, se acercó y golpeó la puerta de madera, pero nadie abrió, entonces empujó cuidadosamente la puerta y en medio de la oscuridad la vio a ella, tirada en el piso, con la boca hacia arriba. Se acercó rápidamente y levantó su cabeza, ya no parecía una persona, se le notaban todos los huesos y sus pulmones ya no se llenaban de aire, estaba muerta. Él no pudo contener el llanto, estaba muy asustado, se sentía solo y perdido, no tenía ni idea de lo que había ocurrido.

Se quedó ahí sentado, en medio de la nada, el sol comenzó a ocultarse y la sala a oscurecerse, no sabía qué hacer y el sueño lo comenzó a inundar lentamente. Se quedó dormido. En su sueño, estaba él, desesperado subiendo unas escaleras en espiral a toda prisa, estaba muy agitado y cada vez le faltaba más el aire, su velocidad se fue tornando cada vez más lenta, hacía mucho esfuerzo pero su cuerpo no le permitía ir más rápido, tampoco podía respirar, parecía que subía las escaleras en cámara lenta, y cuando ya parecía que no podía más, sus ojos comenzaron a cerrarse y se desmayó. Su cuerpo giró hacia la barandilla con la cual chocó, y se precipitó al precipicio de la escalera. Caía a gran velocidad, comenzó a respirar y se despertó, se vio cayendo hacia la nada y cuando divisó el suelo a lo lejos, comenzó a gritar, no faltaba nada, en ese momento se dio cuenta de que no había nada que hacer, miró hacia arriba, y mientras recordaba el horrible día vivido, se dejó caer. Al golpear con el suelo, se despertó exaltado, se estaba poniendo de pie cuando un hombre vestido de enfermero lo detuvo y le dijo que se volviera a acostar, miró hacia su alrededor y muy confundido divisó a la patrona sentada a su lado en el interior de lo que parecía ser una ambulancia, mareado, se volvió a desmayar.

Cuando despertó se encontraba en una habitación de hospital, su madre estaba a su lado y lo abrazó fuertemente, luego escuchó muy atento lo que había sucedido. La madre le explicó que había sufrido un accidente, cuando estaba por llegar al final de esa escalera de caracol en la casa de la patrona, se resbaló, no llegó a agarrarse del barandal y se cayó hacia atrás, girando por las escaleras por casi tres pisos, a causa de los golpes había sufrido graves lesiones en diferentes partes de su cuerpo y se le habían formado coágulos de sangre en la cabeza, los cuales gracias al doctor, se pudieron solucionar a tiempo. Conmocionado y completamente atónito se quedó en la habitación, todo había sido una ilusión, un sueño, con una maldita puerta de madera.

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